Pero si tenemos una virtud, si es que se le puede llamars así, es que bajo presión es posible trabajar a un ritmo vertigínoso y hacer todo lo que no se ha hecho antes, bueno no todo, pero cualquier cosa tangible, que ya es algo. Es lo que pasa siempre que se acerca el Festival Medieval de Guanajuato, y vaya que este año hay trabajo pendiente, bueno, una cosa que milagrosamente he terminado es un tema que me tenía seducido desde hace mucho, un arma arrojadiza llamada Angón.
Un angón es un arma tardoantigua-medieval, no es más que un tipo de jabalina que tiene su origen en el pillum romano y su vida operativa se extendió por prácticamente toda la Edad Media, para conocer sus pormenores recomiendo ampliamente la lectura de la entrada que el Sr. Amo del Castillo le dedicó en su momento.
Como su antecesor el pillum, con el que los romanos hicieron tanto estrago por donde pasaron, el angón era una jabalina de punta pequeña unida a un fierro largo y delgado diseñado para doblarse al impactar y/o a ser un estorbo irrompible una vez que la cabeza se clavaba en el escudo del enemigo o en sus propias carnes, eran pues armas de choque que se arrojaban unos metros antes de llegar al cuerpo a cuerpo, aunque no son nada descartables como armas para el cuerpo a cuerpo tampoco, pues aunque puedan parecer frágiles tienen un gran tramo de fierro tras la punta lo que las hace menos vulnerables que las armas de asta de madera normales. Lo que define al angón es que pasó a tener puntas barbadas y más delgadas que las piramidales de los pillum, además de cambiar el modo en que se fija al asta, el pillum tenía un extremo plano que se encastraba en la madera y se remachaba como si fueran cachas, el angón tenía un cubo de enmangue como el de cualquier lanza. De hecho me parece que el pillum es más fácil de construir y más apropiado para una cadena de montaje a gran escala. pero el angón es más simple de reparar y mantener, por ejemplo para cambiar un asta rota ni se prescisaban de herramientas, que el pillun si habría requerido, el cambio debió ser por las adaptaciones a los recursos de un imperio en declive y a la hechura que acostumbraban los pueblos bárbaros que dieron su interpretación del pillum, y como al final del imperio los ejercitos romanos y los reinos posteriores eran de origen bárbaro, pues fue el diseño que perduró.
Entonces el arma es simple, un cubo de enmangue unido a un hierro largo y fino que se va aguzando y es rematado por una puntita barbada, comencemos. Empecé con una barra de fierro de sección redonda de 1cm de diámetro forjando la punta.
Como se puede ver simplemente aplasté a golpes un extremo de la barra para formar una hoja y adelgacé lo demás, en la foto se ve que que estoy cortando con un cincel, esto es para separar y empezar a formar las barbas.
Como mencioné las barbas son la firma distintiva del angón, le harían al enemigo lo mismo que un arpón a un pez, este es el primer diseño que hice, pero no aparecerá con los terminados porque lo quebré por error jugando: las barbas entre más largas más espectaculares, pero también más frágiles.
Es básicamente fácil de hacer, una vez definida la punta solo resta estirar y adelgazar la barra para formar un astil fino, que se mantenga recto pero tenga propensión a torcerse (no demasiado, no queremos un alambre) ante un impacto, y luego forjar el cubo para encabarlo. El lector avezado habrá notado que con una barrita de hierro de 1cm de diámetro no voy a tener material suficiente para sacar un cubo de enmangue decente, y es bien cierto, por eso tuve que recurrir a una plan suplementario: soldar el cubo de enmangue.
Aplané solo un poco el extremo opuesto a la punta.
Luego con la segueta o sierra de arco hice un corte fino en esta parte para dividirlo en dos y tener una especie de pico de pato, la foto es muy mala, pero atrás se puede ver el otro angón en espera de recibir el mismo tratamiento.
Entonces le metí un pedacito de chapa de 4mm de grosor, desbasté un poco en forma de cuña el borde que entra en la barra a fin de que encastraran bien, y luego apreté perfectamente el sandwich a martillazos, como sé ve también limpié con el esmeril la chapa, para que el caldeo sea exitoso es importante que ambas piezas estén con el metal expuesto y bien limpio.
Vamos a la fragua y metemos esto hasta que tome una temperatura bien alta, unos 1200° o un amarillo muy brillante tirando a blanco. Al golpear hay que distinguir muy bien entre soldar y deformar, recordando que no se pueden hacer ambas cosas a la vez (ese fue mi error mucho tiempo), se suelda con golpes más bien suaves y bien colocados, comenzando por el medio y desplazándolos a los bordes de la pieza, una vez bien soldado ya se puede golpear más fuerte para cambiar la forma de la pieza. no hay que olvidar ponerle bórax cada vez que se regresa a la fragua:
Aquí ya está sólidamente caldeado el conjunto
Aplasté el sanwich para bajar el grosor, luego corté con el cincel lo sobrante para quedarme con una forma triangular.
Lo afino a golpes para estirarlo y reducir el espesor.
Y comienzo a doblarlo en caliente y con cuidado, hasta cerrarlo y conseguir un cono razonablemente bien hecho. Claro que partiendo de una barra más gruesa se puede sacar el cubo de enmangue de la misma pieza sin problemas, solo que habrá que pasar otro rato aplanandola para extender el cubo y para adelgazar el astil, soldar me ha representado ciertamente un gran ahorro de tiempo y trabajo.
Ya solo queda formar bien la punta, en mi caso desde la forja tienen sección romboidal que definí bien con lima y luego con una piedra de afilar. Un punto importante es recocer las astas de fierro, la esencia de estas armas es que puedan resistir muchos golpes, dobleces, reparaciones aún en condiciones precarias que probablemente se harían hasta en frío, o hachazos propinados por un enemigo desesperado porque tiene esa cosa colgando de su escudo y los contrarios se le vienen encima, puede que la doble, pero no debe poder partirla. Así que deben estar bien suaves, se meten a la fragua, se calientan al rojo y se dejan allí toda la noche enfriándose lentamente en las cenizas, a la mañana están bien blandas, listas para recibir castigo.
Y terminamos con algo así, no les di ninguna labor de acabado, los dejé tal cual salieron de la fragua, como algo hecho por necesidad por el herrero de la aldea:
Las puntas habrían sido de simple hierro como toda la pieza, quizá con un templecillo ligero o muy probablemente endurecidas mediante picado, que es lo que yo he hecho.
La punta de arriba tiene la forma más típica de los angones altomedievales, una punta en forma de hoja de laurel con sendas barbas, la otra es más pequeña, no es mayor a la de una flecha, pero me asusta incluso más que la otra por su obscena capacidad de penetración, están sin afilar, quizá me anime a afilarlas para hacer alguna prueba de penetración.
Acá ya con sus astas, simples palos de escoba. El más largo es el de la punta de hoja, mide 1.97m de los que 90cm son hierro, el de la punta pequeña es ligeramente más corto, pero más pesado porque el cubo de enmangue tiene mayor longitud y sobre todo es muy grueso, pesa 800g, el otro debe andar por los 600 y pico.
En fin, me voy a seguir trabajndo y ya les mostraré más cosas en breve. Un saludo.